Fue en medio de los temores de Brasil por las contrariedades que puede causar el presidente argentino en la firma de la declaración final de la cumbre. Lula da Silva saludó a Javier Milei, pero no se mostró sonriente o afectuoso, como sí lo hizo con los mandatarios europeos, el chino y el americano.
Como ocurre en todas las grandes cumbres del mundo, en esta también se cumple el script: el presidente Lula da Silva recibió en las puertas del Museo de Arte Moderno de Río de Janeiro, a las decenas de jefes de Estado que participan en este G20. Desde Emmanuel Macron y el británico Keir Starmer, hasta Xi Jinping y Joe Biden, fueron recibidos con afecto por el líder brasileño. Pero en la sala de prensa eso no llamó la atención.
En realidad, los más de 2500 de periodistas acreditados para cubrir la conferencia aguardaban impacientes el arribo de Javier Milei. El interés “desmedido” provocó que la sala, abarrotada, tuviera instantes de silencio; después de todo, ver la reacción de ambos jefes de Estado en el momento de saludarse era la nota del día.
Desde luego, los dos cumplieron el rito sin aparentemente expresar ninguna clase de sentimientos; pero el brasileño no se mostró sonriente o afectuoso como sí se había manifestado con los europeos, el chino y el americano. Es que según los medios periodísticos locales, lo que no salga en la declaración final de este G20 tendrá que ver en gran medida con la postura reactiva de Argentina.
Más aún, se comentaba en los corrillos que Milei ha venido a transmitir al G20 una suerte de mandato transmitido por el próximo ocupante de la Casa Blanca, Donald Trump. Tal como señaló el diario paulista Estadao, “la cumbre se inicia bajo la sombra de influencia” del nuevo jefe de Estado norteamericano a partir de enero de 2025; cuya ideología de derecha profunda es innegable. Y de alguna manera, es la postura que oficialmente viene a desplegar Milei, como advirtieron diplomáticos brasileños y europeos.
A diferencia del resto de los miembros, la Casa Rosada difirió en forma notable de algunos de los contenidos claves, como la crisis climática y la financiación, en ese rubro, a los países más afectados; los derechos femeninos y la tributación universal a las mayores fortunas del mundo.
A quién sí se vio intercambiar animadamente con el presidente argentino, fue a Macron. Es cierto que los dos protagonizaron una bilateral que allanó el camino para la relación franca entre París y Buenos Aires.
En su discurso inaugural, el presidente Lula pidió que “esta cumbre tenga resoluciones para actuar y por eso lanzo aquí la Alianza Global contra el Hambre y la Pobreza”. Es que la eficiencia no es el hecho más distintivo de la cúpula carioca del G20 y eso lo saben los participantes que pasaron días discutiendo la declaración final, palabra por palabra. La demanda de una reforma del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que según el propio secretario general de la ONU, Antonio Guterres, perdió credibilidad y representatividad, puede ser llevada a un punto cero. Y otro tanto podría suceder con iniciativas relacionadas a la crisis climática. Es esto lo que hace temer en Brasil que Milei cree contrariedades al actual Palacio del Planalto.
Entre los asuntos donde no habrá acuerdos figuran posiciones respecto a las grandes guerras en curso: la de Rusia y Ucrania, por un lado; y la de Israel con los palestinos, por el otro. Ya se sabe que ni los israelíes ni los rusos serán citados como tales; tampoco se hablará de la palabra “guerra”, sino apenas de “conflicto”.
(Fuente: Perfil)