Este viernes 13 de enero finalizó la segunda semana del juicio por el crimen de Fernando Báez Sosa en los tribunales de Dolores, en el que los ocho rugbiers deben enfrentarse al cargo de “homicidio agravado” y, por primera vez, uno de ellos rompió el famoso «pacto de silencio» con un breve declaración.
Se trata de Luciano Pertossi, que dijo «yo no estaba ahí», en referencia al momento de la golpiza frente a Le Brique, en Villa Gesell. Además, en las audiencias declararon médicos, peritos forenses, funcionarios judiciales y policiales, entre otros testigos, y se exhibieron diferentes pruebas, como los resultados de las manchas de sangre en la ropa de los imputados, videos de la noche del ataque que identifica a cada uno y los chats de teléfono.
Las audiencias comenzaron el pasado lunes 2 de enero y, en esta oportunidad, los rugbiers las presenciaron a cara descubierta, es decir, sin usar barbijo como en la primera semana. Se espera un veredicto para finales de mes.
El testimonio de médicos y forenses
Los médicos que asistieron a Fernando Báez Sosa -inmediatamente tras haber sufrido la golpiza por parte de los rugbiers- aseguraron que el joven de 18 años no tenía ni pulso ni reflejos cuando llegó la ambulancia. «No tenía posibilidad de sobrevivir», afirmó la ambulancista Carolina Larrosa.
Diego Duarte, forense que intervino en el examen del cuerpo del joven, por su parte dijo que «las lesiones más importantes son en el cerebro» y que «había una impronta de la zapatilla en la cara y el cuello», lo que da cuenta de las patadas que le dieron los agresores en esa zona y quedó reflejado en los videos. Además, aclaró que «no presentó daños óseos» en su cuerpo y que los golpes le provocaron «un derrame cerebral» a Fernando.
Un dato interesante aportado por el forense es que revisó a los acusados y dijo que más allá de aquellas que encontró en los acusados -también lo hizo de Juan Pedro Guarino y Alejo Milanesi- parte del grupo de rugbiers que fueron sobreseídos durante la instrucción. El primero tenía «una quemadura en el antebrazo» y el segundo, «escoraciones lineales en el tercer y cuarto dedo de la mano derecha y el tercer nudillo de la mano izquierda».
Los celulares de los acusados fueron incautados cuando se detuvieron a los diez jóvenes (dos fueron sobreseídos) el 18 de enero de 2020. La información de los dispositivos fue cargada en una computadora.
El primero fue el de Marías Benicelli, que compartía un grupo de WhatsApp con todos los jóvenes acusados que se llamaba «Delboca3». «Estoy acá cerca donde está el pibe y están todos ahí a los gritos, está la Policía, llamaron a la ambulancia… Caducó», manifestó Lucas Pertossi en un audio que envió.
El mensaje que le sigue es uno que envió su primo, Ciro Pertossi, a la 6:06 que iniciaba lo que sería el famoso «pacto de silencio»: «Chicos no se cuenta nada de esto a nadie». Sin embargo, Benicelli aclaró rápidamente que “ya contaron”.
Otras de las conversaciones analizadas fueron las de Ciro Pertossi. El acusado habló con una tal «Ana». «Ciro, contestáme. Ya sé que estabas durmiendo perdón. Machu y Enzo mataron un pibe», expresó la joven haciendo referencia a Máximo Thomsen y Enzo Comelli. Sin embargo, Pertossi la tranquilizó: «Estamos bien todos. No pasó nada, no te preocupes». Durante la madrugada, antes de ser detenido, el joven buscó siete veces en el Google de su celular «Villa Gesell Pelea». Las búsquedas se hicieron entre las 6:21 y 6:22 de la mañana.
En el celular de Blas Cinalli se encontró: «Nos peleamos, ganamos contra unos chetos, los rompimos. Nos vamos al centro a premiar» junto con una foto de Thomsen y Ciro Pertossi. Otro de los mensaje fue: «Amigo, flasheamos, matamos a uno».
En un grupo con otros jóvenes de Zárate quedó reflejado el historial de violencia de los acusados. «¿Se olvidan de la patada que le dio en la cabeza a Maxi? Nadie les dice nada porque con las pibas son buena onda, pero son unos animalitos», pudo leerse.
Manchas de sangre en la ropa y la zapatilla de Thomsen
Entre otras revelaciones, surgió que en las investigaciones se incautaron más de 50 prendas de los acusados, entre las que al menos diez, pertenecientes a Matías Benicelli, Ciro y Luciano Pertossi y Máximo Thomsen, presentaron manchas de sangre de la víctima.
Además, el dedo meñique izquierdo de la mano de Fernando tenía rastros de ADN compatibles con perfil genético de Blas Cinalli.
Entre las prendas con manchas de sangre había una camisa blanca, una chomba gris, un pantalón de jean, una bermuda azul, un pantalón de gabardina marrón claro y zapatillas, una de ellas las Cyclone utilizadas por Thomsen.
La marca de la suela de ese calzado quedó grabado en la cara y cuello de Fernando debido a la violencia de las patadas. También presentaba restos de ADN del joven asesinado.
Luciano Pertossi rompió el silencio
Luciano, hermano de Ciro Pertossi y primo de Lucas Pertossi, otros dos acusados del crimen, sólo hizo alusión a que no estaba presente en el video que se transmitía en la sala del Tribunal Oral en lo Criminal N°1 de Dolores.
«Quiero aclarar algo, ¿lo hago? yo no estaba ahí», comenzó diciendo ante el tribunal. «Deducí que decían que yo venía de ese lado, yo no estaba ahí», continuó. De forma inmediata el fiscal le preguntó: «¿Donde estaba?» a lo que Luciano agregó: «No voy a responder».
Dicha declaración surgió cuando uno de los peritos confirmó que Luciano aparecía en los videos en donde se observa la golpiza brutal a Fernando.
El supuesto modus operandi de los rugbiers
Pablo Gastón Zapata, un joven que vive en Zárate y que denunció haber sido agredido por Máximo Thomsen, Enzo Comelli, Matías Benicelli, Ayrton Viollaz, Blas Cinalli, Luciano, Lucas y Ciro Pertossi meses antes del asesinato de Báez Sosa. Zapata también sostiene que Lucas Pertossi le habría robado la moto.
Después de la muerte de Fernando, Zapata declaró en varios medios cómo lo habían atacado los rugbiers. La dinámica de las peleas fue similar a la ocurrida el 18 de enero de 2020 en Villa Gesell. En una entrevista para Canal 9, dijo: «La primera vez nos atacaron a piedrazos entre doce. Hicieron ese cercado que te hacen ellos para que nadie se escape. Pensé que me mataban. Hasta el día de hoy siento puntadas en la cabeza».
Sus palabras coincidieron con las de Francisco Santoro, amigo del remero Pablo Ventura, el joven acusado falsamente por los imputados por el asesinato, cuando declaró en el juicio. «Te ponían a prueba con golpes y empujones. Son personas cuya su diversión era salir a buscar pelea a la noche: les divertía pelear”, había testificado.
(Fuente: Perfil)